La final

En esta final del mundial sólo tengo sentimientos encontrados.

Por un lado, dos equipos dedicados a la defensa, ¿dónde quedó el jogo bonito?, Brasil perdido, no brilló como todos queríamos.

Una final en la que muchos deseábamos que Francia no ganara. Pero fue una final insipiente, Italia no ganó, como siempre jugó atrás. Francia por momentos fue mejor. Todo era parejo y de pronto, algo se robó el mundial: Zidane perdía la cabeza, embestía a Materazzi y para mí, definía al ganador. Probablemente algún insulto hacia su familia, algo despertó el sentimiento más primitivo de Zizou. Salió expulsado, roja directa... de espaldas a la copa.

Al final los penales, Trezegol falló. Le iba a Italia pero nunca sentí felicidad por su triunfo.

Hubo momentos lindos cuando ganaron los italianos, se pusieron como tontitos, bailaban, besaban la copa, brincaban, se veía la alegría. Y por el otro lado tristeza, la expulsión de Zidane, que hizo mella en los franceses, que le dió la espalda a la copa y que lo hundió en los vestidores para ni siquiera salir en la entrega de las medallas.

Me quedo con la alegría de los italianos, con sus bailes tontos, con el corte de pelo de Camoranesi, con la sonrisa de Cannavaro, con la foto del día como le dije a Rocha: la copa del mundo con un sombrero de Italia.

También me quedo con lo que dijo Menotti en el último programa de los protagonistas: que existen ángeles de inspiración en el futbol, que muy de vez en cuando rondan y se posan sobre jugadores, que hoy parecía que estaban con Zizou con el penal "suavecito" que metió, aunque después la ira los ahuyentó. Pero que el futbol necesita más jugadores con genio, con maestría, con magia, con juego. Que Italia gana, pero que el fútbol que atrajo y que atrae a tanta gente no, hay que volver a encontrar el futbol de la magia.

Un mundial poco brillante sin duda.

Ni modo, regresaremos a la monotonía de la oficina una vez más. Otros cuatro años pasarán para tener una nueva fiesta mundialista.